Los cambios bruscos de temperatura
Los cambios bruscos de temperatura en fechas que no corresponden, como la primavera o el otoño, pueden producir problemas en la salud de las personas causados por la deshidratación.
La repentina subida de las temperaturas en meses del año que no corresponden puede suponer un riesgo para la salud de las personas, sobre todo de las más vulnerables.Y es que, no es lo mismo estar inmerso en una ola de calor veraniega en la que las temperaturas se mantienen altas durante un largo periodo de tiempo y suben progresivamente, que pasar de temperaturas cálidas o frías a extremas en muy poco tiempo, sin avisar y en épocas del año que no corresponden. ¿Cómo afectan estos cambios en nuestro cuerpo? ¿qué pacientes tienen más riesgo de sufrir reacciones? ¿qué podemos hacer?
El principal problema de estos cambios de temperatura es que no son progresivos. De día y de noche hace fresco y por el medio día o la tarde hace demasiado calor. “El cuerpo tiene una capacidad de adaptación brutal ante cambios que son progresivos. En verano, las diferencias de temperatura son progresivas, por lo que el organismo reacciona con tiempo. Ante olas de calor repentinas, los mecanismos de adaptación deben actuar rápido y colapsan. Esta falta de tiempo de adaptación hace que se produzcan, por ejemplo, situaciones de deshidrataciónmás intensa porque no estamos preparados ni prevenidos”, explica a CuídatePlus, Débora Nuevo, experta en Medicina Interna del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario, en Madrid.
“Un exceso de calor repentino”, añadeMaría del Campo, vicesecretaria de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, “puede ocasionar una alteración en el sistema de control a la temperatura del cuerpo. Normalmente el cuerpo produce sudor para enfriarse pero hay ocasiones o situaciones en las que no se consigue este objetivo por lo que la temperatura aumenta mucho y puede dañar la salud”. No debemos olvidar que la tolerancia al calor no es igual en todas las personas y que el proceso de adaptación a estos cambios es gradual. Es lo que se denomina aclimatación, un mecanismo que requiere un tiempo que puede durar varios días o incluso semanas.
Fisiológicamente, explica en detalle, “nuestro organismo se adapta a las altas de temperatura por dos mecanismos: por un lado, aumenta el flujo sanguíneo de la piel y la vasodilatación por lo que se provoca el intercambio de calor con el ambiente (que el calor sobrante salga y que no tenga efectos perjudiciales para para los órganos), y por otro, la sudoración elimina el calor sobrante por evaporación, es decir, que las gotitas de sudor al evaporarse enfrían el cuerpo”.
Los cambios bruscos de temperatura en épocas del año que no corresponden, como la primavera o el otoño, hace que no estemos prevenidos ni adoptemos medidas por lo que al cuerpo le falta tiempo para adaptarse lo que puede provocar “deshidratación intensa”, señala Nuevo. La falta de tiempo suficiente para poner en marcha estos mecanismos puede provocar “deshidratación intensa ya que no estamos preparados para las altas temperaturas. El centro termorregulador no funciona igual y el cuerpo identifica este calor como un estresante, actúa y pierde iones por el sudor y por la orina de manera rápida”.
Esto, que para muchas personas puede no suponer ningún problema, para otras puede traer graves consecuencias. Como indica Manuel Mozota, vicepresidente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), “estos cambios de temperatura pueden producir ciertas alteraciones físicas y psicológicas. Podría producir alteraciones de patologías persistentes como insuficiencias cardíacas, respiratorias o renales, que se podrían ver agravadas por una deshidratación o por una alteraciones hidroelectroítica».
En el caso de los pacientes con enfermedades cardiovasculares, «el calor, si es muy intenso, hace que el corazón lata más rápido y que las arterias y las venas se dilaten, con lo que baja un poco la presión arterial. Entonces, los pacientes que tienen problemas de corazón y que están tomando medicamentos que dilatan las arterias, o diuréticos que hacen que se pierda líquido, pueden encontrarse más cansados y necesitar consulta médica si, por ejemplo, sudan mucho y se deshidratan”, explica Julián Pérez-Villacastín, presidente de la Sociedad Española de Cardiología. No obstante, subraya que “lo habitual es que esto no suceda si uno no se expone a temperaturas muy elevadas”.
También «puede tener efectos psicológicos en las personas, aumentar los casos de insomnio, de ansiedad, irritabilidad o, incluso, agudizar patologías preexistentes, como la depresión”.
Síntomas
De un modo aproximado, “podríamos decir que la exposición a un temperatura ambiental de 27º a 31,5º produce fatiga; de 32º a 40º, insolación, calambres por calor y agotamiento por calor; de 40,5º a 54º además de todo lo anterior, aumentan las posibilidades de golpe de calor si falla la termorregulación y no se adoptan las medidas preventivas. Por último, una exposición prolongada por encima de 54º, se asocia con una alta probabilidad a la instauración de golpe de calor”, explican desde el Hospital Cruz Roja de Málaga.
“La sed intensa, tener sequedad en la piel, la orina más oscura, calambres musculares, sensación de agujetas, fatiga, somnolencia, mareos o bajada de la tensión son algunos signos que hay que tener en cuenta”, avisa Nuevo.
“La astenia”, continúa Mozota, la falta de fuerza, la vasodilatación o cierto dolor de cabeza, pueden ser síntomas también. Es importante acudir a urgencias cuando sean graves.
El consejo para evitar este tipo de situaciones es la prevención. “Beber agua con frecuencia, evitar la ingesta de alcohol y otras sustancias como el azúcar, que deshidratan, ajustar la medicación que tomamos, evitar los diuréticos, priorizar lugares frescos, evitar las horas centrales del día, llevar ropa adecuada y quitarla poco a poco” son algunas medidas que recomienda Mozota.
Otras medidas, según la SEC, son:
- Seguir tomando la medicación como te haya pautado su médico y si te encuentras mal, acudir a consulta para ver si hay que regular la medicación.
- Intentar no exponerse en exceso al sol.
- No hacer ejercicio en horas de mucho calor.
- Mantenerse hidratado y comer alimentos frescos.
- Descansar adecuadamente
- Evitar el tabaco, el consumo de alcohol y bebidas azucaradas.
- Si vas a viajar elige el medio de transporte adecuado. Si vas en coche, es aconsejable hacer paradas cada 200 Km, para estirar las piernas; y si viajas en avión, tren o barco, es recomendable dar algunos paseos para evitar sufrir el síndrome de la clase turista
Fuente: cuidate plus