Candela Gómez, víctima de abuso sexual infantil: “Era incapaz de contarlo porque solo existe cuando lo verbalizas”

 Uno de cada cinco niños sufre abuso sexual infantil. Una de las herramientas para prevenir este tipo de agresión es hacerles entender a los niños que su cuerpo les pertenece. 

Una niña extiende sus brazos y las palmas de sus manos
  1. Alicia Cruz Acal

Primero, los datos: entre un 10 y un 20% de la población ha sufrido algún tipo de agresión sexual durante la infancia. Solo un 15% denuncia y 8 de cada 10 casos ocurren en el ámbito familiar. Que las cifras son escalofriantes es innegable, pero siempre hace falta darles rostro y voz para que no se queden en eso, en números huecos y fríos. El rostro esta vez es el de Candela Gómez, una mujer de 31 años que sufrió abuso sexual durante una década. Su voz la ha prestado para contar su historia en “Hablemos de… Sexualidad”, una iniciativa presentada este martes por el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. El objetivo: acabar con los estigmas que rodean a la sexualidad humana. En el caso de Candela, el fin es concienciar acerca del abuso sexual infantil (ASI), el grave problema que –y un dato más– sufre 1 de cada 5 menores.

“A los 9 años, alguien de mi entorno familiar decidió robarme la infancia”, afirma Candela. Ahora abogada penalista y especialista en delitos sexuales acaba de ser madre por segunda vez. A través de su proyecto en Instagram “Somos tu voz” busca apoyar a víctimas de ASI. Lo que empezó por unos “tocamientos”, paulatinamente “pasó a ser el peor de los delitos sexuales contemplados en el código penal”. 

La testimonio cuenta que cuando era niña intentaba hacer como que no ocurría nada, pero manifestaba lo que estaba sufriendo de otras formas: “Jugaba a que mis muñecos tenían relaciones sexuales; me volví muy sexualizada, con ropa provocativa desde muy pequeña y queriendo llamar siempre la atención; tenía bajo rendimiento académico”. Ya en la adolescencia, fue una chica muy rebelde. Candela recuerda que empezó a sentir mucha rabia hacia su padre por no darse cuenta de lo que estaba viviendo. “Tenía mucha ansiedad y me exponía a situaciones de extremo riesgo, con conductas autolíticas”. Al respecto, explica que al cortarse o darse un golpe, sentía que no le dolía el alma, sino que “podía ver ese dolor, materializarlo”. 

A sus 19 años, tuvo un intento de suicidio. “Mi compañera de piso me llevó al hospital. Gracias a eso, estoy aquí”. Fue en ese punto cuando la víctima decidió poner fin a su situación. “Era incapaz de contarlo porque solo cuando lo verbalizas existe. Si no lo hablas, no”. Trató entonces de enfrentar a su agresor bajo amenaza: “Me expuse a él para tener la fuerza de decirle ‘se acabó’”. La respuesta de él: darle una paliza dos semanas después. 

“La gente me pregunta por qué estuve tanto tiempo callada, pero la respuesta es bastante fácil. Él se encargó de colocar una mochila en mi espalda con emociones como la culpa, el miedo y la vergüenza, y hacerme creer que todo lo que estaba viviendo lo había provocado yo”, expresa. La reacción que tuvo el abusador también determinó el silencio de Candela durante tantos años. 

Son numerosas las secuelas psicológicas, emocionales y sexuales que dejan este tipo de agresiones en la infancia y las personas que lo han sufrido presentan un riesgo de suicidio 30 veces mayor que las que no y 16 veces más de probabilidad de ser nuevamente víctima de abusos

“Pasé mucho tiempo callada. Me agarraba a cosas efímeras para poder sobrevivir y bloqueé todos los recuerdos del abuso sexual”, relata. No obstante, al cumplir 26 años fue madre por primera vez y empezó “a revivir absolutamente todo”. En un encuentro familiar, el agresor intentó coger a su hija en brazos. Candela comenzó a tener muchísima ansiedad, pero no reconoció que podría ser por todo lo que ella había vivido. Tras acudir a varios profesionales de la salud mental, una psicóloga dio en el clavo: trastorno de estrés postraumático por la agresión sexual que había vivido en la infancia. A raíz del diagnóstico y llegado el momento, Candela reunió a sus familiares y pudo contar lo hasta entonces incontable: “He sufrido abuso sexual”. 

“Todos quedaron en shock, no se lo esperaban. Al hablar yo, mi hermano también contó que fue agredido sexualmente desde los 11 años por parte de la misma persona. El abuso sexual no entiende de genéro”, subraya. 

Cómo proteger a los niños del abuso sexual infantil

Por último, Candela proporciona algunas herramientas dirigidas a los padres para prevenir el abuso sexual infantil: 

  • Hacer entender a los niños que su cuerpo es suyo y les pertenece.
     
  • Hablar de las partes íntimas. Estas no se tocan y si alguien lo intenta, que el pequeño sea consciente y lo cuente a su figura de referencia.
     
  • Llamar a las partes íntimas por su nombre, nada de referirse a ellas en diminutivo “porque así parece que valen menos cuando es todo lo contrario. No es lo mismo que nos toquen el pelo a que nos toquen un pecho”.
     
  • Hacerles saber que hay secretos buenos y secretos malos. Los abusadores juegan mucho con el “esto es un secreto, no se lo cuentes a nadie”. En este sentido, Candela resalta que un secreto bueno es aquel que hace sentir bien, mientras que uno malo es el que provoca emociones negativas.
     
  • Enseñar a los niños a decir “no”.
     
  • No obligar al menor nunca a dar un beso, pues debe tener autonomía sobre el cuerpo. “Obligar a dar besos no es educación, educación es decir ‘buenos días’. Si luego se le pide que dé un beso en el pene, el niño no va a tener la capacidad de negarse”. 

Fuente: cuidate plus