Amigdalitis
Qué es
La amigdalitis, coloquialmente conocida como anginas, es la inflamación de una o las dos amígdalas palatinas, que son unas masas de un tejido especial (linfoide) que están ubicadas a cada lado de la faringe y cuya función es la defensa frente a los gérmenes. «La función de las amígdalas es importante sobre todo en los primeros años de vida. En la edad adulta pierden actividad y se van atrofiando», señala Begoña Beaus, otorrinolaringóloga del Hospital de Manises (Valencia).
La causa más frecuente son las infecciones víricas. La experta explica la razón por la que la amigdalitis es mucho más frecuente en la infancia: «En en los primeros 5 o 6 años de vida los niños entran en contacto por primera vez con multitud de gérmenes. En muchas ocasiones, estos microbios entran por la nariz y la boca e infectan las amígdalas, produciendo amigdalitis. Los linfocitos (glóbulos blancos) de las amígdalas se activan y desarrollan anticuerpos (defensas), que actuarán cuando se repita la infección, evitando o atenuando los síntomas».
El desarrollo de diversas infecciones durante los primeros años de vida no solo es normal, sino que contribuye a generar las defensas que el organismo necesita. A partir de los 3-5 años esos episodios infecciosos deben disminuir. Si no es así, conviene consultar al pediatra u otorrino, que indicará si se precisa algún tratamiento específico.
Causas
La causa más frecuente de amigdalitis son las infecciones víricas (alrededor del 60% de los casos), sobre todo antes de los 3 años de edad. También pueden estar producidas por bacterias (el 40% restante), siendo la más común el estreptococo.
Los síntomas y la gravedad puede diferir en función del germen causante. Cuando la infección está causada por un virus produce inflamación de las amígdalas con dolor de garganta, voz gangosa, febrícula, tos, malestar general… similares a los de un resfriado.
Sin embargo, cuando es de origen bacteriano la fiebre suele ser mas alta, el malestar general y el dolor son más patentes, en las amígdalas aparecen las típicas placas blancas y los ganglios del cuello se inflaman más.
Síntomas
Los síntomas más comunes de esta afección son:
- Inflamación en las amígdalas.
- Ulceración.
- Congestiones nasales.
- Aparición de zonas blancas o amarillas en las amígdalas (placas).
- Dolor de garganta que suele durar más de 48 horas.
- Dificultad a la hora de tragar, también denominada disfagia.
- Tos.
- Dolor de cabeza, de oídos y en los ojos.
- Fiebre y escalofríos.
- Sensibilidad de la mandíbula y la garganta.
Una de las complicaciones que se pueden producir si las amígdalas son muy grandes son posibles problemas respiratorios.
Prevención
Para evitar la transmisión de los virus y bacterias que causan la amigdalitis, se deben tener en cuenta las siguientes recomendaciones:
- Lavarse las manos con frecuencia, sobre todo después de ir al baño y antes de comer.
- Evitar compartir alimentos, vasos y otros utensilios.
- Mantenerse alejado de personas que puedan estar infectadas, sobre todo cuando estornuden o tosan.
- Procurar estornudar y toser en el codo.
- Usar pañuelos de papel desechables.
- Ventilar los lugares donde conviven muchas personas (escuelas, locales de ocio…).
Tipos
Existen dos tipos de amigdalitis. Tal y como indica el Instituto de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello de Madrid (IOM)
- La amigdalitis aguda es común en niños pequeños e, incluso, en adolescentes. Se trata de una condición autolimitada (se resuelve sin necesidad de tratamiento) y con evolución benigna.
- La amigdalitis crónica es menos frecuente. El cuadro infeccioso presenta síntomas intermitentes durante un periodo superior a seis meses. En este caso, los tejidos de las amígdalas se encuentran inflamados durante un largo periodo o son sensibles a infecciones recurrentes.
Diagnóstico
En primer lugar, el especialista realiza una exploración de la boca y la garganta del paciente para observar el estado de las amígdalas. De esta manera, podrá determinar si se encuentran enrojecidas o presentan manchas blancas.
Otra observación que puede confirmar el diagnóstico es que los ganglios linfáticos en la mandíbula y el cuello se encuentren hinchados y sean sensibles al tacto.
El especialista también puede llevar a cabo una prueba rápida para determinar si existe infección por estreptococos. Otra opción es enviar una muestra faríngea a un laboratorio para que realizar un cultivo de estreptococos.
Tratamientos
Victoria Rodríguez de la Rua, editora de la web de divulgación para padres de la Asociación Española de Pediatría, En Familia, apunta que el tratamiento varía en función de la causa que produzca la amigdalitis. «La mayoría de las veces solo será necesario un tratamiento encaminado a mejorar los síntomas, pero en otras ocasiones se necesitará un tratamiento con antibióticos«.
En términos generales, en los casos producidos por virus e incluso en los de origen bacteriano leves es suficiente con el tratamiento sintomático con analgésicos o antiinflamatorios asociados a una buena hidratación. Las amigdalitis bacterianas más graves requieren terapia con antibióticos, que normalmente deberá mantenerse entre 8 y 10 días. «Es muy importante no automedicarse y tomar las dosis adecuadas, con la frecuencia correcta y durante el tiempo preciso para evitar que aumenten las resistencias de las bacterias a los antibióticos«, subraya Beaus.
Tratamiento quirúrgico
La amigdalectomía es la extirpación de las amígdalas palatinas. «Actualmente, la tendencia general de los otorrinolaringólogos es evitar realizarla excepto en casos muy graves con más de seis episodios de amigdalitis perfectamente documentados en un año o en pacientes con enfermedades generales asociadas», expone la especialista del Hospital de Manises.
Otros datos
Dolencias como la amigdalitis suelen acompañarse de dificultades respiratorias que hacen que los niños ronquen por las noches. La especialista del Hospital de Manises considera que «un cierto grado de ruido durante el sueño puede considerarse normal, ya que la vía respiratoria es más estrecha y la cantidad de moco mayor que en los adultos».
Sin embargo, en el caso de que la dificultad respiratoria sea ruidosa y permanente hay que informar al pediatra, ya que puede «derivar en apnea obstructiva del sueño«, que supone un riesgo para la salud que es necesario valorar.
Fuente: cuidateplus