¿Cada cuánto tiempo deberíamos ducharnos?

Hablamos con una dermatóloga para saber qué errores cometemos al ducharnos y cómo evitarlos. ¿Cada cuánto tiempo hay que hacerlo? ¿Cómo hay que enjabonarse? ¿Con qué tipo de esponja?

La ducha es necesaria para mantener la piel limpia, sana y libre de bacterias. Sin embargo, por falsas creencias es muy frecuente que no llevemos a cabo este hábito tan habitual en las condiciones más adecuadas para la piel, ni en lo que a frecuencia, duración y temperatura se refiere, así como tampoco respecto a la utilización de jabón y esponja.
El gusto por sacarse brillo en la ducha tiene consecuencias negativas para la piel. Así lo señala Ana Molina, dermatóloga y directora de Comunicación de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), que utiliza esta expresión para reflejar la agresividad con la que a veces nos duchamos, sin darnos cuenta de ello.
Más de una ducha al día
Una de las primeras dudas que surgen es cuál es la frecuencia recomendada. Molina explica que lo ideal es una ducha al día, salvo en el caso de personas que acuden al gimnasio o practican otro tipo de actividad física intensa y sudan mucho, y que por ello puedan requerir una segunda ducha.
Cuestión importante a tener en cuenta es que esta segunda ducha sería recomendable realizarla sin usar jabón o utilizando éste en muy pequeña cantidad y únicamente en las partes del cuerpo que pueden general olor.
Enjabonarse todo el cuerpo
Y es que precisamente uno de los hábitos más extendidos y que no es adecuado es la tendencia a enjabonar todo el cuerpo. “No deberíamos hacerlo así, sino que basta con utilizarlo únicamente en ingles, axilas y quizá pies, es decir, en las zonas que generan mal olor, además de en la cara. En el resto del cuerpo basta con dejar caer la espuma sobrante”, explica Molina
La excepción a esta recomendación sería “el caso de personas que trabajen en zonas muy contaminadas o que se manchen mucho de sustancias como barro, que entonces sí podrían necesitar más cantidad de jabón para hacerlo salir la suciedad”.

Esponjas que irritan o arañan
Otro de los errores, según la dermatóloga, se relaciona con la tendencia y el gusto por utilizar esponjas. “Lo mejor es emplear simplemente las propias manos porque con las esponjas es fácil que arañemos e irritemos la piel”. De usarlas, sugiere elegir alguna de material blando. Además, recuerda que las esponjas son elementos que mantenemos habitualmente en ambientes húmedos y que no siempre llegan a secar bien, lo que es un caldo de cultivo para el crecimiento rápido de posibles gérmenes.
No mirar el pH del jabón
Otro error frecuente es elegir el jabón de ducha sin fijarnos en el pH. Lo idóneo es utilizar uno que sea de un pH similar al de la piel, es decir, 5.5. “Para ello, los jabones que denominamos syndet son los ideales porque tienen un pH levemente ácido, que es lo que conviene a nuestra piel”.
Utilizar un jabón tipo lagarto como el que se emplea para lavar la ropa sería totalmente equivocado, según explica la doctora Molina. “Estos jabones van muy bien para sacar la suciedad de la ropa, pero no para nuestra piel porque tenemos que darnos cuenta de que alcanzan un pH casi similar al de la lejía”.
Emplear jabones no adecuados por no fijarnos en el pH hace que con la ducha eliminemos la barrera lipídica que protege nuestra piel. En consecuencia, tras la ducha se hace necesario utilizar más crema hidratante de la que requeriríamos si no hubiésemos arrastrado la grasa natural de la piel.
Un tipo de jabón que va muy bien en general para la piel es el oleogel, que limpia y restaura a la vez la barrera lipídica cutánea, es decir, respeta nuestra piel. Esta experta explica también que los jabones que generan más espuma no son ni mucho menos los que mejor limpian; de hecho, “la espuma no es más que aire”
Temperatura demasiado caliente o fría
Cuestión importante también a tener en cuenta es la temperatura del agua. Y es que, sobre todo, en invierno es muy habitual que optemos por duchas de agua caliente que parece que nos reconfortan. Sin embargo, la realidad es que la temperatura habitual de la piel es de unos 33 grados centígrados, es decir, inferior a la del cuerpo.
“A la piel lo que mejor le va es el agua templada, ni muy fría ni muy caliente, en torno a esos 33 grados”, precisa Ana Molina.
Si se opta por una temperatura superior tendrá un efecto deslipidizante, es decir, que se arrastrará la grasa natural de la piel y será necesario reponerla después de la ducha con una crema o gel hidratante.
Duración de la ducha
Con respecto a la duración, esta dermatóloga recalca que no debe ser en ningún caso superior a 5 minutos y que es frecuente que tendamos a sobrepasar este límite. “Lo ideal sería que la ducha durara lo que dura una canción. Sería bueno utilizar esta pauta para no alargarla innecesariamente ”.
¿Por la mañana o por la noche?
Sobre si es más conveniente ducharse por la mañana o por la noche, Ana Molina explica que desde el punto de vista dermatológico es indiferente. No obstante, recuerda que sí existen algunos estudios que señalan efectos a otros niveles; sobre todo, relacionados con el ánimo y la alerta, de tal modo que por la mañana favorece la estimulación y la creatividad y por la noche la relajación y la inducción del sueño.
Importancia del secado
Y tras la ducha es también importante asegurar un secado completo de la piel, sin dejar ninguna zona o pliegue, y hacerlo a base de toques, es decir, no arrastrando la toalla sobre la piel, para finalizar aplicando una crema hidratante.
Seguir estos consejos contribuirá a mantener una piel no solo limpia, sino también sana.