Mitos que aún persisten
Hablar del tema y sacarlo del clóset son algunas de las estrategias recomendadas para visibilizarlo. Aún hay muchas personas que no acceden a los productos por sus altos costos.
Cada 28 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Higiene Menstrual, en representación de los cinco días que suele durar el sangrado a lo largo de todo el ciclo.
La fecha coincide con el Día de Acción por la Salud de las Mujeres y busca concientizar acerca de la «pobreza menstrual», la necesidad de insumos, las políticas públicas deficientes, los estereotipos negativos, la falta de información, los tabúes y sus efectos sobre la sociedad.
La disponibilidad de agua y jabón, de materiales adecuados y suficientes (así como instalaciones privadas e higiénicas para su colocación y recambio) son derechos básicos, fundamentales para la equidad. Así lo determinaron la Organización Mundial de la Salud y Unicef.
Pero no todas las personas cuentan con estas condiciones. En todo el mundo, 1.800 millones de personas menstrúan y 500 millones están privadas de al menos alguno de estos aspectos.
Según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia de 2019, el 43 % de las alumnas prefieren no asistir a la escuela cuando están menstruando. Esto convierte a la menstruación en una de las principales causas del ausentismo escolar.
Las molestias menstruales no deberían interferir con las rutinas o la calidad de vida. Foto: Shutterstock.
En Argentina, hay más de 12 millones de personas menstruantes. El presupuesto que implica es alto: un estudio de Ecofeminita de marzo de 2022 calculaba un gasto anual de $ 4.890 en concepto de toallitas o de $ 5.311 si se utilizan tampones.
Una encuesta de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires reveló que el 75,6 % de las mujeres debió resignar actividad física por la menstruación; el 47,9 %, dejó de ir a la escuela o facultad al menos una vez; el 43,9 % esquivó eventos sociales; y el 22,3 % debió faltar al trabajo en una o más ocasiones.
Esfumar los eufemismos
Lenú sale a la calle, asustada, y va a buscar a sus vecinas. «Me lastimé entre las piernas». Carmela la tranquiliza y le explica que la visitó «la ‘tía Flo'». Lila, su mejor amiga, se enoja. Cuando la mamá se entera de la situación, cose unos paños y le dice a su hija que debe colocarlos bien, porque mancharse es «muy avergonzante».
La escena es de Mi brillante amiga, la adaptación de HBO de las novelas de Elena Ferrante. Aunque se sitúa en Nápoles, a comienzos de los 60, refleja aspectos que todavía rodean a la menstruación: el desconocimiento, el mandato de la competencia y el estigma.
La popularización de los discursos feministas y la conquista de derechos impulsó a las empresas a cambiar sus políticas de marketing: el viejo líquido azul alusivo de las publicidades quedó en el pasado.
Del rojo al azul: el activismo y los avances en materia de Educación Sexual Integral impactaron en la publicidadl. Foto: Shutterstock.
En entornos urbanos, juveniles y de clase media se percibe menos vergüenza, pero la realidad no se agota ahí. «Andrés, el que viene una vez por mes» o «hacerse señorita» son frases que aún se escuchan.
«Hay chicas que menstrúan por primera vez y no saben qué está pasando, asocian sus dolores a motivos intestinales, creen que están heridas. Es parte de una sociedad que no pone el tema sobre la mesa», afirma Lucía Espiñeira, economista de la Universidad de Buenos Aires.
La campaña #MenstruAcción busca la distribución gratuita de elementos de higiene y pone en evidencia cómo la falta de productos o instalaciones apropiadas afectan a las personas menstruantes. La ONU ya se pronunció al respecto: la gestión menstrual no debe acentuar las desigualdades de genero.
Actualmente es una de las coordinadoras de #Menstruacción, una campaña que surgió en 2017 con tres reclamos: quita del IVA a los productos de gestión menstrual, provisión gratuita en espacios comunitarios, y promoción de investigación y socialización de datos.
Ni solo mujeres, ni todas las mujeres
Para los activismos, también respecto a la menstruación lo personal es político (y colectivo). Epiñeira subraya que el discurso biomédico imperante, al igual que la simbología, tiende a dirigirse únicamente a las mujeres.
En cambio, ahora se habla de «personas menstruantes», que involucra también a identidades trans y no binarias.
«Es peligrosa la asociación fecundidad-feminidad-naturaleza. Hay un esencialismo que debemos quitar», resume.
Incluso hay mujeres cis que no experimentan la menstruación –por la menopausia, el climaterio, enfermedades, operaciones u otros motivos– y son invisibilizadas. Los ciclos son afectados por condiciones biológicas, psicológicas, ambientales, sociales, que varían a lo largo de la vida.
Las integrantes de #Menstruacción también piden que haya más claridad y comunicación. Un ejemplo que trae Espiñeira es la escasa investigación y difusión respecto a los efectos secundarios de las vacunas contra el Covid sobre la menstruación.
Las vacunas contra el Covid pueden tener efectos sobre el ciclo menstrual, que incluyen cambios en el color, la cantidad de flujo y la regularidad. Fotp: Alejandro Prieto (EFE).
«La vacunación es indispensable para atravesar esta pandemia. Pero así como te avisan que podés tener fiebre o dolor de brazo, lo mismo debería pasar con las posibles alteraciones del ciclo menstrual. Las personas se fueron enterando solas, de forma ‘autogestionada’, vía redes sociales.
¿Por qué la comunidad científica tardó tanto en analizar este tema? Eso también es mantenerlo bajo un velo», en la oscuridad.
Legislación
En 2004, Kenia se transformó en el primer país que quitó el impuesto a los productos para gestión menstrual. Otros países siguieron ese camino desde entonces.
Aquí, el activismo, junto al Estado nacional, ha logrado pasos en ese sentido. Según relevamientos oficiales, en Argentina hay al menos 36 iniciativas (entre municipales y provinciales) que promueven el acceso equitativo a la gestión menstrual y sostenibilidad ambiental.
Cuatro provincias cuentan con una ley de Gestión Menstrual Sostenible: Tucumán, Catamarca, Chaco y San Luis.
El Gobierno tiene un plan de reintegro del 15 % a personas vulnerables (por ejemplo, titulares de la Asignación Universal por Hijo), sobre la compra de productos de gestión menstrual realizadas con tarjeta de débito, pago electrónico y QR.
A su vez, el programa de Precios Cuidados incorpora tampones y toallitas a la canasta. En 2020, el Ministerio de Salud de la Nación realizó la compra de 5 mil copas menstruales a través del Fondo de Población de las Naciones Unidas.
La naturalización de la menstruación, una cuenta pendiente. Foto: Shutterstock.
Desde 2020, UNICEF y la Dirección Nacional de Economía Igualdad y Género llevan adelante un proyecto de cooperación en esta materia.
«Hablar de menstruación es hablar de desigualdad, de sustentabilidad, de educación y también de economía. Su costo representa un problema para muchos hogares, sobre todo los más pobres. Desde el Estado trabajamos para terminar con esta desigualdad que reproduce otras desigualdades. Avanzamos en un esquema integral del tratamiento de la menstruación como una cuestión de igualdad y de justicia social», comunica a Clarín su directora, Sol Prieto.
Sol Prieto, socióloga y directora Nacional de Economía Igualdad y Género, dentro del Ministerio de Economía. Foto Twitter
Desde un aspecto cultural, la socióloga, máster en Ciencias Políticas y funcionaria, añade: «Para poner a la equidad en el centro y que las personas menstruantes, especialmente mujeres, puedan vivir vidas más dignas, necesitamos que la gestión menstrual deje de considerarse desde una perspectiva moral y sea leída en clave económica y social«.
Queda un largo camino por recorrer. Principalmente, que los ejemplos se extiendan a nivel nacional y engloben a todos los productos disponibles en el mercado.
Como cuenta Espiñeira, las investigaciones arrojaron que muchos varones trans prefieren usar ropa interior absorbente antes que toallitas o copas menstruales. «En resumen, las políticas deberían contemplar todas las tecnologías actuales y futuras para que los diversos cuerpostransiten su menstruación», dice.
El debate sobre los días «libres» (y no de dolor)
En un puñado de países -como Taiwán, Zambia, Indonesia o Japón- existen variantes de «licencias menstruales», no siempre reembolsables, ni con el mismo funcionamiento.
En España, recientemente se presentó un proyecto para crear un «permiso de ausencia menstrual», que requiere la validación médica.
Un debate actual: la licencia para las personas menstruantes que no pueden asistir a sus tareas laborales por el dolor. Foto: Shutterstock.
La discusión parece reciente, pero no lo es. En las décadas del 20 y el 30 del siglo pasado, la licencia paga por dos o tres días fue una práctica común –y pionera– en distintas industrias de la Unión Soviética, particularmente la textil.
«Veo un doble efecto«, advierte Espiñeira. Por un lado, contempla la necesidad de descanso y autocuidado, particularmente cuando se generan molestias incapacitantes (aunque resalta la importancia de chequeos por endometriosis cuando estos dolores son recurrentes).
Por otro lado, reconoce una problemática. «A la brecha salarial, la predominancia en los sectores peores pagos y de mayor precarización, podría sumarse un motivo más de discriminación por razones de género«.
Por eso, considera que deberían impulsarse políticas integrales que alerten contra estos peligros y se encaminen hacia una distribución más igualitaria de las tareas de cuidado.
El hilo rojo de la Historia
Los sentidos comunes se transmiten a lo largo de generaciones. En su famosa obra Naturalis Historia, el pensador, escritor y militar romano Plinio El Viejo afirmaba que las mujeres, al menstruar, podían «cambiar el vino en vinagre, romper los espejos, estropear el hierro y el cuero, nublar los cielos, volver estériles los campos, hacer caer las frutas de los árboles, matar las abejas y hacer abortar a los animales».
La investigadora Peggy McCracken sostiene que los mandatos médicos, religiosos y simbólicos en torno a la sangre, construidos históricamente, fortalecieron las representaciones machistas sobre los sexos y los géneros.
Muchas niñas llegan a a su primera menstruación sin la información necesaria y cargadas de falsas creencias. Foto: Shutterstock.
La época victoriana trajo nuevos estereotipos: las mujeres menstruantes como seres histéricos y proclives a enfermarse, cuya función reproductiva –entendida como central– era opuesta al trabajo intelectual.
«Las abuelas decían que si te bañabas cuando estabas menstruando, te podías alterar; que se cortaba la mayonesa; que le hacía mal a las plantas», recuerda Espiñeira.
Más cerca en el tiempo, persiste la idea de que, durante el Síndrome Premenstrual, las personas tienen antojos «hormonales» de helado y chocolate: estudios científicos han demostrado que este deseo es cultural y está relacionado con las imágenes retratadas en series y películas.
No todos los ciclos de las personas menstruantes son iguales. Foto: Shutterstock.
Claro que hay mitos más peligrosos, como aquel que insinúa que la menstruación evita el embarazo. El esperma puede pervivir varios días en el cuerpo y existen ciclos excepcionalmente cortos, en los cuales la ovulación y la menstruación coinciden. Estas son solo algunas de las razones por las cuales la menstruación no es un método anticonceptivo.
«Considero importante pensar el ciclo menstrual y no solo enfocar en los días del sangrado ya que ese saber permite conocer más sobre fertilidad y comprender cómo protegerse», alega Karina Felitti, doctora en Historia, desde el Instituto de Investigaciones en Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires.
«Los activismos vienen trabajando este tema desde hace décadas. Pero fue con la confluencia de una agenda del cuidado ambiental y de consideraciones más integrales de la salud y de la educación sexual que la menstruación entró más visiblemente en la discusión social», concluye.
Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/dia-higiene-menstrual-increibles-mitos-persisten-combatirlos_0_yysoAW4VXI.html