La expresión de las emociones
Lo explica una experta en ira
El enfado no es negativo. Como cualquier otra emoción, es neutra y de ella se puede sacar provecho. Entre otras cosas, aporta información sobre los propios límites y anima a hacerlos respetar.
Parecen sinónimos, pero no. Una cosa es el enfado y otra, la ira. Lo primero se puede considerar una forma de expresarse. Lo segundo, en cambio, se entiende como una carga emocional añadida y se caracteriza, además de por su intensidad, por perder la capacidad de comunicarse adecuadamente.
Y entre el enfado y la ira: el cabreo, un intermedio que puede servir de alarma para evitar acciones de las que se puede uno arrepentir. Al menos así lo propone la coach experta en ira Sonia Díaz Rois, que en su libro “Y si me enfado, ¿qué?” cuenta cómo convertir esta emoción en una herramienta para saber poner límites, tomar mejores decisiones y recuperar el control.
Eso sí, es necesario perfilar bien qué es exactamente el enfado y, para ello, la especialista pone fin a algunas ideas erróneas que giran alrededor del mismo.
Cuanto más viejos, más gruñones
En realidad, cuenta Díaz, conforme se cumplen años, se van adquiriendo más experiencias de las que se aprende. Se tiende entonces a relativizar, dando paso al cabreo solo en casos excepcionales.
“También puede ocurrir que con la edad tengamos más claro hasta qué punto estamos dispuestos a dar nuestro brazo a torcer y eso nos puede hacer parecer más cascarrabias, cuando podría ser que por fin hemos aprendido a poner ciertos límites que son la mar de sanos”, recoge en su libro Díaz.
El enfado hay que sacarlo para evitar que nos dañe
Es cierto que es necesario expresar esta emoción, pero para evitar que se convierta en algo negativo, el primer trabajo es interno: “Reconocerlo y gestionarlo nos ayuda a expresarlo de forma saludable y constructiva, evitando reacciones impulsivas y decir cosas de las que luego nos arrepentimos”.
Enfadarse no está bien, no sirve para nada
De nuevo, enfadarse es absolutamente necesario. Por una parte, es una forma de comunicarse y compartir las preferencias y gustos para dialogar y llegar a acuerdos.
Por otra, esta emoción aporta información sobre los propios límites y anima a hacerlos respetar, a la vez que se cumple con el respeto hacia los demás. Según Díaz, “el enfado es un gran aliado para seguir adelante cuando sentimos miedo y nos motiva a luchar por aquello que consideramos que es importante”.
Los demás son los que provocan los enfados
“El enfado es culpa de los demás”. “La gente no para de hacer cosas que me sacan de quicio”. «Si me hicieran caso, no me enfadaría”. Clásicos. La coach aclara que, salvo excepciones, “son nuestros propios pensamientos, la reinterpretación que hacemos sobre lo que sucede y la capacidad de gestión que tenemos lo que realmente nos enfada”.
En este punto, propone un ejercicio: sustituir el “me pone de los nervios” por el “yo me pongo de los nervios”. Es una manera, continúa, de empezar a dejar de tirar balones fuera y asumir la responsabilidad del enfado.
Si no se hace caso al enfado, desaparece
Mirar para otro lado y hacer como si nada, respirando o contando hasta un millón, no resuelve el enfado. Que son prácticas que ayudan, sí, “pero el enfado necesita expresarse y ser comprendido”, insiste Díaz, quien añade que volverá a aparecer cuando menos lo esperemos y por el mismo motivo, hasta que lo resolvamos.
“Es importante aprovechar esos momentos de calma para reducir la intensidad de la emoción y ser capaces de descifrar esos pensamientos y actuar en consecuencia”, indica.
El enfado es una emoción negativa
No hay emociones ni positivas, ni negativas, sino neutras. De acuerdo con la experta, son los pensamientos los que acompañan a la emoción, lo que produce que resulten más o menos desagradables.
“Es importante estar atentos a esos pensamientos para evitar que se conviertan en un sentimiento desagradable, llegando incluso a quedarse con nosotros sin darnos cuenta, formando parte de esa música de ascensor que dejamos de oír”, subraya Díaz.
Fuente: cuidate plus