images

El síndrome del bebé sacudido es mucho más frecuente de lo que se suele pensar y puede causar lesiones graves irreversibles. Te contamos en qué consiste de la mano de los pediatras.

Bebé zarandeado

El denominado síndrome del bebé zarandeado es, según explica Asociación Española de Pediatría (AEP) en su web En familia, «el conjunto de lesiones cerebrales que se producen al sacudir vigorosamente a un bebé». Se estima que su incidencia en el mundo es de 20-25 casos por cada 100.000 niños menores de dos años. En España, de los 450 000 niños nacidos al año, unos 100 pueden padecer este síndrome.

Los pediatras subrayan que nunca se debe sacudir de forma brusca a un bebé porque se le pueden causar lesiones irreversibles; fundamentalmente cerebrales y oculares. Según la AEP, «al zarandear al bebé, el cerebro golpea contra las paredes del cráneo produciendo inflamación o sangrado en el cerebro y sus envolturas, sangrado en la retina (parte posterior del ojo) y lesiones en la médula espinal a nivel del cuello». Menos de cinco segundos de zarandeo «son suficientes para provocar un daño de esta gravedad, que será mayor si termina con un golpe contra el colchón de la cuna o el sofá». 

Por qué se produce este síndrome

Generalmente, este síndrome se produce cuando los padres, ante el llanto inconsolable de su bebé, lo zarandean en un intento de que se calme o como reacción a la frustración que les causa. Por eso, se puede considerar una forma de maltrato, aunque muchas veces no está claro hasta qué punto los progenitores o cuidadores actúan de forma consciente y conociendo las graves consecuencias que pueden tener las sacudidas en un bebé de corta edad.

Otra posible causa es el intento de reanimarlo ante una situación que el cuidador entiende como amenazante para la vida del bebé a su cargo, como puede ser un espasmo del sollozo, un atragantamiento o un ataque de tos.

No existe ninguna predisposición por parte del niño a padecer el síndrome, sin embargo, resulta relativamente frecuente que se manifieste en niños que ya presentan un trastorno neurológico, que han nacido prematuros, que presentan una encefalopatía y que son muy llorones. «La predisposición mayor es la edad, ya que en niños mayores de tres años no se producen estos daños aunque sean sometidos al mismo zarandeo», señala Castroviejo.

Consecuencias graves

Los signos de la lesión cerebral secundaria al zarandeo se presentan al poco tiempo del maltrato, a los días o incluso horas, y «se manifiestan en forma de adormecimiento, mucho lloriqueo, pérdida de vitalidad y finalmente falta de contacto con el entorno. Algunas veces pueden tener crisis epilépticas  y, cuando se les hace una resonancia magnética en las horas o pocos días posteriores al episodio, se detecta un edema cerebral y a los pocos meses, una gran atrofia en el cerebro. La sacudida también puede provocar hemorragias retinianas.

Por lo tanto, las secuelas más importantes que pueden presentar los niños zarandeados y que ocurren en un porcentaje muy elevado de los casos son, en primer lugar, la pérdida de visión y, tras ella, un retraso psicomotor importante y una encefalopatía severa.

El síndrome del niño zarandeado produce con frecuencia secuelas a largo plazo y uno de cada diez niños que sufren un zarandeo grave fallece. De los supervivientes, la mitad queda con secuelas graves e irreversibles, como parálisis cerebral, retraso mental, ceguera o epilepsia, según la AEP.

Los niños que han sido sacudidos con menor intensidad, pero de manera repetida, pueden desarrollar dificultades para aprender a hablar y tener falta de coordinación motora o problemas de aprendizaje.

Tratamiento y prevención

Una vez que ha tenido lugar el episodio de zarandeo no hay ningún tratamiento que pueda evitar las secuelas. Tan solo terapias paliativas. Hasta ahora no se ha podido encontrar ningún sistema que haga que el edema cerebral sea más leve. 

La Asociación Española de Pediatría ofrece las siguientes recomendaciones para prevenir este síndrome:

  • Ante todo, hay que tener claro que nunca se debe zarandear a un niño, bajo ninguna circunstancia.
     
  • En caso de que el niño se quede “sin respiración” (espasmo del sollozo, ataque de tos, atragantamiento, etc.) hay que cogerlo en brazos colocándolo boca abajo o manteniéndolo sentado, inclinado hacia delante y sujetando la cabeza; se le puede frotar la espalda o darle golpes suaves con la mano abierta. Nunca se debe agitar al niño.
     
  • Los niños pueden llorar por muchas causas: por hambre, porque necesita que le cambien los pañales, porque está cansado y somnoliento y no puede dormirse. Puede tener dolor o estar iniciando una enfermedad. Los padres han de buscar la causa y, en cualquier caso, intentar tranquilizarlo cogiéndole en brazos, acariciándole y hablándole de forma suave o meciéndole.
     
  • En caso de llanto prolongado se pueden poner en práctica una serie de medidas que alivien al niño y que ayuden al cuidador a no agobiarse y no perder la paciencia.

Fuente:cuidate plus