Los problemas de salud mental se han agravado con la pandemia de Covid-19. Las redes sociales despiertan recelos entre buena parte de los profesionales sanitarios, pero otros, como la psiquiatra Rosa Molina, han decidido aprovechar su potencial para divulgar información útil y eliminar el estigma.

Depresión enmascarada
  1. María Sánchez-Monge

Corren tiempos difíciles para la salud mental, con un panorama marcado por el aumento de la depresión, la ansiedad y otros trastornos debido a la Covid-19, pero con un contrapunto que anima a albergar cierto optimismo: las enfermedades psiquiátricas han empezado a salir del armario, tanto en las redes sociales como en el día a día.

Instagram, Twitter, Facebook, Youtube, Tik Tok y el resto de las plataformas generan muchos recelos entre los profesionales sanitarios por el gran poder que tienen para amplificar los bulos o noticias falsas sobre cuestiones tan sensibles como la pandemia de Covid-19 o las enfermedades mentales. Pero, puesto que se trata de un fenómeno imparable, en vez de demonizarlo, ¿no sería mejor unirse a él para combatir los mensajes nocivos desde dentro y contrarrestarlos con información positiva?

Esa fue la pregunta que planteó Rosa Molina, psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y presidenta de la Sección de Neurociencia Clínica de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, en su intervención en el XIX Seminario Lundbeck COVID-19 & Depresión, la tormenta perfecta, celebrado en Sitges (Barcelona). “Tenemos una herramienta poderosísima que da mucho vértigo”, reconoció. No obstante, apeló a la responsabilidad de los profesionales sanitarios de difundir el conocimiento.

Cara y cruz de las redes sociales en la salud mental

“Depresión enmascarada. ¿La conocías?”. Cuando Molina publicó en Instagram este post, se sorprendió de la gran cantidad de personas que lo compartieron. En él explicaba que se trata de un subtipo de depresión en la que los síntomas se manifiestan, más que a través de la tristeza, de forma somática o física. Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentran los problemas digestivos, los dolores de espalda y de cabezael cansancio, la pérdida de apetito, la disminución de la libido y los problemas de sueño. 

También se viralizó rápidamente un post sobre autolesiones en el que la psiquiatra hablaba de dolor físico para calmar el dolor psíquico, es decir, de las autolesiones como una manera de lidiar con la ansiedad. “Cuando alguien se autolesiona se liberan endorfinas en el organismo y eso hace que haya gente que llegue a repetirlas”.

Molina se ha convertido en una influencer de Instagram especializada en divulgación sobre salud mental y cree firmemente que, bien encauzada, la participación de los profesionales sanitarios en plataformas como Twitter, Youtube o Tik Tok puede contribuir a desestigmatizar las enfermedades psiquiátricas y animar a quienes las padecen a acudir a consulta en busca de tratamiento. Pero advierte que antes de adentrarse en ellas hay que conocer bien todo su potencial negativo. 

Para empezar, tienen un impacto en el estado de ánimo. El afán por obtener muchos me gusta puede pasar factura y, una vez conseguido el objetivo, es necesario gestionar adecuadamente los fenómenos virales y las consecuencias de hacerse famoso de la noche a la mañana. Hay que tener en cuenta, según la psiquiatra, que las redes “son muy adictivas”, ya que apelan “a las zonas más primitivas de nuestro cerebro; es un flujo inagotable de información e interacciones que nos están produciendo recompensas continuas”. A lo que hay que añadir el denominado factor novedad, que se plasma en “no saber lo que me voy a encontrar, lo que se llama refuerzo intermitente”. También se habla del síndrome del miedo a perderse algo (fear of missing out), que lleva a mantenerse conectado durante horas.

En opinión de Molina, la mejor manera de afrontar los riesgos asociados a las plataformas sociales no es alejarse de ellas. “A raíz de la pandemia, mucha gente se ha atrevido a hablar y a pedir ayuda”. Las enfermedades mentales han entrado de lleno en el movimiento me too y cada vez son más las personas que entonan la frase “yo también he ido al psicólogo”, o bien, “yo también he ido al psiquiatra”. Como complemento de esa tendencia positiva, la psiquiatra propone inundar las redes de información rigurosa proveniente de los profesionales. 

Testimonio de la depresión en primera persona

En el mundo real también se empieza a normalizar la depresión y hablar del suicidio ya no es un tabú, en tanto en cuanto difundir información sobre su prevención puede contribuir a salvar vidas. El testimonio de Almudena Sánchez en el seminario celebrado en Sitges confirma que el me too está llegando a todos los estratos sociales y culturales. Como escritora, su mejor manera de plasmar la depresión grave que sufrió hace unos años ha sido un libro, Fármaco (Literatura Random House, 2021), que surgió de una necesidad personal. “La inminencia de una depresión no se presiente. Comienza desde la frente a las rodillas. Es la enfermedad más grande, invisible, inesperada, destructiva, egoísta, insana, paranoica, desaliñada, mugrienta y tendenciosa que he conocido”, describe.

Sánchez cree que sigue existiendo un abismo en la aceptación social de las enfermedades físicas y mentales: “Cuando tuve cáncer de ovario conté con un apoyo y credibilidad totales y he notado mucha diferencia cuando me diagnosticaron depresión; mi madre no quería oír hablar de ello”. La escritora piensa que ha estado “más cerca de la muerte con la depresión que con el cáncer”.

Coronavirus y depresión

Impacto de la Covid-19 en la salud mental

Los distintos ponentes del encuentro coincidieron en la necesidad de abordar las enfermedades mentales de la forma más positiva y constructiva posible, pero sin menospreciar su gravedad ni banalizarlas. Especialmente en un momento en el que la pandemia y las carencias de la atención sanitaria ponen de manifiesto lo mucho que queda por hacer en este ámbito.

La relación entre el coronavirus y la salud mental tiene múltiples focos. Eduard Vieta, Jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, hizo hincapié en que el contexto ha sido muy poco propicio para la prevención y el adecuado tratamiento de estos problemas. Los pacientes ingresados durante la pandemia, especialmente en las primeras olas, tuvieron que permanecer aislados de sus familias y estas no pudieron llevar a cabo el duelo por sus allegados fallecidos.

El confinamiento y las posteriores restricciones han tenido un gran impacto en los adolescentes porque, según recalcó Vieta, “tienen una altísima necesidad de contacto social más allá de la familia”. Ansiedad, depresión, abuso de drogas, trastornos de la conducta alimentaria y autolesiones son los problemas que más se han detectado en los jóvenes en tiempos de Covid-19.

Los ancianos son otro colectivo especialmente vulnerable. “Los jóvenes tienen comportamientos externalizantes, expresan hacia fuera sus sentimientos; pero los ancianos se deprimen en silencio y pasa desapercibido el impacto de su aislamiento”, apunta el psiquiatra.

Las cifras de las consecuencias psicológicas de la pandemia en la población hablan por sí solas:

  • Según un reciente estudio internacional publicado en The Lancet, los casos de depresión y ansiedad han crecido más de un 25% en el mundo: un 28% la depresión y un 26% la ansiedad.
     
  • El 46% de la población española manifestó un aumento del malestar psicológico durante el confinamiento y un 44% señala que ha disminuido su optimismo y confianza.
     
  • Según el Centro de Investigaciones Sociológicas(CIS), desde el inicio de la pandemia un 6,4% de la población ha acudido a un profesional de la salud mental por algún tipo de síntoma, siendo el mayor porcentaje (un 43,7%) por ansiedad y un 35,5% por depresión. Más del doble de las personas que han acudido a los servicios de salud mental son mujeres.
     
  • Durante el confinamiento, más de la mitad de las personas (60%) indica que ha experimentado poco interés en hacer cosas y se ha sentido varios días decaída, deprimida o sin esperanza.

La covid persistente también afecta al cerebro

A estas alturas ya nadie duda de que la pandemia es, en palabras de Lorenzo Armenteros, médico de familia en el Centro de Salud Islas Canarias, en Lugo, y miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la SEMG, “un factor de riesgo para la depresión” y otros trastornos mentales.

La infección por coronavirus tiene una particularidad que ha ido emergiendo conforme avanzaba la epidemia y las evidencias científicas: muchos pacientes experimentan síntomas que se prolongan en el tiempo durante meses o tal vez años. Es lo que se conoce como Covid-19 persistente o long covid, que afecta a diferentes órganos y sistemas del organismo, entre los que se encuentra el cerebro. Ocasiona problemas psicológicos, neurológicos y emocionales que, según Armenteros, “unas veces están relacionados con el virus y otras con la enfermedad”. El médico de familia enumeró los siguientes posibles trastornos en pacientes con Covid permanente:

Además, muchos pacientes con long covid sufren dos entidades muy específicas:

Niebla mental

La niebla mental se traduce en problemas de concentración y memoria y, de forma más concreta, deficiencias en el funcionamiento ejecutivo, en la velocidad de procesamiento, en la fluidez de las ideas, en la codificación de la memoria y el recuerdo.

Embotamiento emocional

El embotamiento emocional es un estado en el que se observa una atenuación o aplanamiento de las emociones, tanto las positivas como las negativas. “Los pacientes sienten indiferencia ante muchos aspectos de sus vidas que deberían importarles, como la familia, los amigos o el trabajo”, resume Armenteros. “Puede afectar a la toma de decisiones, a las relaciones interpersonales y al autocuidado”.

Fuente: cuidate plus