Trastorno de la conducta alimentaria
El apoyo social en las personas con trastornos de conducta alimentaria influye en gran medida en su recuperación. Las circunstancias familiares se esconden tras muchos de estos casos, por lo que el trabajo psicológico en este círculo es fundamental.
En el Día Internacional de la lucha contra los trastornos de conducta alimentaria (TCA), el mensaje a recalcar está claro: se trata de enfermedades mentales graves que, como tales, alteran el estado de ánimo de los pacientes. Esta reflexión, que parece evidente, es en numerosas ocasiones olvidada. El estigma y las falsas creencias que rodean a estas patologías es algo con lo que tienen que lidiar las 400.000 personas que las sufren en España, una cifra que, según la Fundación Ita, crecerá un 12% en los próximos 12 años.
El apoyo del entorno cercano resulta fundamental en la recuperación de alguien con TCA. No obstante, para contar con él, es necesario evitar ciertas conductas con las que, aunque haya buena intención en ellas, el efecto puede ser el contrario. “Sonríe que la vida es bella y ser feliz es fácil”, “si quisieras, ya estarías bien”, “¿por qué no comes?”, “pero si estás muy guapa”… son sólo algunas de las observaciones que reciben estos pacientes en su día a día y que no logran otra cosa que etiquetar, poner el peso en la persona y no en el sufrimiento y el malestar que siente. “Nos gustaría que la gente esté informada. No haría estos comentarios si supiese lo que es estar ingresado, pasar tu adolescencia metido en un hospital nueve horas al día, perdiéndote planes, etc.”, lamentan pacientes de Ita, quienes han relatado sus vivencias en El Libro de los Microestigmas.
“Los errores más comunes que podemos cometer a la hora de hablar a una persona que padece un TCA es invalidar y señalar la sintomatología de estas enfermedades. Recordemos que al ser mentales afectan a la parte cognitiva de la persona”, resalta María González, psicóloga experta en TCA del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). La experta añade que muchos de estos pacientes pueden llegar a sentirse incluso culpables ante comentarios que, por ejemplo, hacen alusión a la preocupación que tienen los padres u otras personas por ellos.
Natalia Ortega, directora de Psicología Activa y miembro del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, insiste en la importancia de no valorar el físico de una persona con TCA. Además, destaca que hay que tener en cuenta que estos pacientes no interpretan la realidad como lo hace el resto de la población puesto que presentan una distorsión muy grande. “Si hacemos juicios de valor sobre su físico, ya estamos incidiendo sobre algo que ellos tienen distorsionados”, expresa.
El comportamiento del entorno no sólo puede hacer que el paciente se sienta incomprendido, sino que, por otra parte, refuerce su conducta. “Por ejemplo, si a alguien que sufre anorexia en una fase de previo ingreso le comentan que se ve fenomenal y que se ha quedado muy delgado, seguramente piense que tiene que continuar haciendo lo mismo para que la gente le siga viendo igual”, advierte Ortega.
Cómo ayudar a una persona con TCA
Las circunstancias familiares se esconden tras gran parte de los casos con trastornos alimentarios. Por ello, el trabajo psicológico con este círculo es muy necesario. “Los TCA son síntoma de algún tipo de disfunción familiar. Cuando hablamos de ella, no nos referimos a una que tenga escasos recursos. Suelen ser familias que le dan mucha importancia al físico, a la imagen y que tienen modelos de aprendizaje que han hecho propicio el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria”, detalla la directora de Psicología Activa.
Estas características, continúa la especialista, hacen que los pacientes presenten de manera habitual mucha autoexigencia. “Es fundamental ir más allá del TCA, que suele ocultar otros problemas como una baja autoestima o una falsa sensación de control”, añade. Sobre esta última, Ortega declara que, por ejemplo, personas con anorexia restrictiva que acuden a su consulta reconocen que, a pesar de que les cuesta mucho y pasan hambre, limitan totalmente la comida, pero piensan que es una situación que pueden controlar.
“Los trastornos alimentarios son un intento fallido de resolver algún problema emocional que nada tiene que ver ni con la comida ni con el cuerpo. El síntoma se convierte en su solución al malestar emocional y el reto del tratamiento es dar respuesta a aquellos conflictos internos que pueden ser de mucha índoles: postraumáticos, conflictos familiares no resueltos, rasgos de personalidad que generan sufrimiento…”, subraya Diego Solano, director de los centros especializados en TCA de Ita Sevilla, quien agrega que, por todo ello, es esencial “el trabajo interdisciplinar que ayude a encontrar respuesta al sufrimiento”.
González manifiesta que, para ayudar a los pacientes que padecen estos trastornos, hay que acercarse a ellos desde la atención y la empatía a través de preguntas como “¿qué tal te sientes?” o ¿en qué te puedo ayudar?”. “La recuperación es un proceso largo e integral en el que hay que abordar muchos aspectos de la persona. Es importante ese espacio de comprensión y de empatía por parte de la familia y de la red social que tenga el paciente”, incide la psicóloga.
Fuente: cuidateplus.com.ar